domingo, abril 13, 2008

Pisarro



Sonámbulos y a tientas,
se levantan los edificios secos,
de madera y barro que prometen,
un tiempo minuciosamente elaborado
para suprimir la vida.

Cada rincón, un enemigo,
que extiende su venganza contagiosa,
por vivos y por muertos.

Cada hueco, un furgón olvidado,
el retrato de uno mísmo,
un falso techo donde esconder
el miedo que retumba en los relojes.

Lawrence Alma-Tadema







Bajo las escaleras,
salpicada en la sangre del cordero,
y el agua, como un beso blanco,
purifica y limpia mi piel.

En ella,
recojo los meses, los años,
el duelo que el mundo ha dejado
en el hueco de las manos,
la locura de andar descalza,
ya sin fuerzas, la luz que me adormece,
los augurios, la fiesta del espanto.

Recojo el vino en el encuentro,
la sabiduría de no saber nada,
la permanencia en el hogar,
el frío del labio al pisar la tierra.

Recojo en un hatillo de sombras,
al que viene al mundo con todos sus deshechos
y se asoma a mi ventana
y desova en ella viejas palabras,
mal escritas.

Y entro en el agua,
y sumergida en su desnudo hueso blanco,
respiro y bailo,
y busco las aguas aún más profundas,
hasta que la luz desaparece
y por fin la vida nuevamente da comienzo.