sábado, diciembre 15, 2007

Noa (la vida)








En sus ojos se abriga la luz,
la vida, la autentica vida,
la autentica luz, la inocencia.

Mis manos recorren la vida, cobran vida,
inocencia,luz, se desnudan.

Suavemente, como una niña sabia,
cambia el triste color de la tierra
por un griterío de estrellas.

Mi fiel compañera de viaje.

sábado, diciembre 08, 2007

Muerte en Venecia.







Y así fue concebida la muerte,
entre algas y espinas y espejos añiles
que deformaban la luz y la tinta.

Y así, fue abortada la vida.

sábado, noviembre 17, 2007




Qué dulce antes del hombre
debía ser el mundo.

Giuseppe Ungaretti.




Nadie la vio caer...

sólo un pájaro de ambar

que enfurecido

se desnudaba contra la tierra.

domingo, noviembre 11, 2007

Epílogo







A medida que el tiempo se me acerca,
voy cerrando ventanas, balcones,galerías,
lamparillas alojadas a los pies de los muertos.

Voy cerrando el cuello gris de los cipreses,
los pantanos donde la piel se ulcera,
la alegría semejante a un rojo infinito.

A medida que el tiempo se me rompe,
voy hallando mis pasos en la seca nieve,
sin desdeñar el luto del agua entre las manos
o el decorado alegre de un charco en el camino.

Voy cerrando los ojos de los ángeles,
la pluma golpeada por el viento,
el sordo resplandor de las medusas,

La posada donde habita la herida,
el erguido y confuso abrazo del padre,
el ojal ciego del amor en mi nombre

Y no sé si la locura o la muerte, o quizá
las alas de la calma toquen mis senos,
y en mí se eleve la poderosa altura del sol,
sobre todo lo que aún duerme.

Seré de corcho o de fuego,
seré, la mitad de una nausea o el verde
sencillo de un árbol. Seré,
el silencio o la pluma que agote la tinta,
seré la pupila del tiempo,

el diluvio en el lomo del pez
o el instante desnudo que despierta
y me reza en los ojos.

Y todo lo olvidaré para encontrarlo
y todo será amado hasta olvidarlo.

sábado, octubre 20, 2007

Hoy



_Para Michel_

Quién ha cantado junto al simurg para mí,
quién ha tocado mis alas de aire
y en el aire ha bailado junto a jidr para el agua.

Hoy he salido al mediodía de las casas blancas,
al lomo de los gatos, al canto de las hojas.

Hoy,
he llegado hasta las puertas del Mar Negro,
y he sabido de las horas y del tiempo,
de la ascensión del ángel, mostrándome
la permanencia de su vuelo
y he escrito las horas sobre el agua,
tan fácilmente, que he bordado
en las plumas de las aves que recorren
los gozos, dos velas, blancas,
dos luces, centinelas.
Y he dilatado mis ojos, adormeciendo
las manos y las sienes, adormeciendo
los nombres y he entregado mis párpados
al silencio, mientras las grutas,
de espuma verde,
han desnudado mi memoria.

Hoy,
he sucumbido ante el paisaje,
sentada en lo alto de la colina,
acercándome a lo eterno,
a la sombra fría de las lápidas,
al concierto de las aguas,
a la luz que transporta mi corazón
y se entrega, en un acto piadoso,
al milagro único de ser amada.

Hoy,
yo cuento los dedos de las manos
y escucho la rueda de tus sueños y mido
los minutos que aprenden de la luz,
de tus ojos, de tu antiguo rescoldo,
de la llanura que despierta en mí
y en ti, se eleva.

Frente al mar,
he completado el ciclo de la luna,
y te he ofrecido mi caja de música,
donde guardo mis secretos y mis piedras.

Pero yo reclino la cabeza junto al pozo,
pero tú iluminas mis sombras,
y me dices;

Volveremos a juntar las alas, solitarios,
junto al Bósforo y sin nombres y sin piedras,
inventaremos un vino nuevo.

viernes, octubre 12, 2007







Mariposas nocturnas, arañas y murciélagos,
oh forastero, tu perdida sombra
aguarda en el atardecer,
un lóbrego corsario que se anega
en ese mar salado del dolor.

George Trakl.


Contra el cristal,
se rompe la sien y la tibia,
redobla, malva, su sesgado tiempo.






Negra muerte,
estalla en el cristal,
flota en el pánico,
salvaje y lenta en tus pies
de piedra.

Esparto de las noches,
busca tu zarza dormida,
el portón del guerrero,
el camastro herido
por la ausencia.

Negra muerte,
escupe la carne poseída,
tú, que hasta la mortaja hurtas,
y dejas impenitentes las almohadas
y los nichos.

Honda muerte,
rostro, tiempo,laúd
que tocas a tientas,
voz que sube, verde de
óxido, plateada y parda
cuando oscurece.

Escalón de quietud anciana,
por los jardines llegas...

Alójate en la casa y llora.

domingo, octubre 07, 2007

Trayecto




Cómo se desprende la palabra
de los rubios trayectos,
del color de las vidrieras...

no, no pronuncio la palabra
que me haría dividir las aguas
y beberlas y escribirlas y recorrerlas
con el pulgar goteando en la noche.

No, no te pronuncio y me quedo
en la uña, en el primer deslizamiento
de la uña arañando la separación
del tacto.

Vuelvo a ser un fragmento de silex.
Vuelvo y agito mi cabeza y los verbos
se quedan dentro de la luz, de la luz,
de todas las grietas.

Vuelvo y dosifico la paz
y la adelgazo hasta que sangra por mí
y acaso ardiendo, me deslizo por el borde
de la palabra cáliz y seco mis labios
con su filo cortante y silencio mi huida,
antes de que el barro tome forma
y amarillee o ennegrezca,
entre los escombros de los trenes

desocupados.

jueves, septiembre 20, 2007

Anadolu





El fraseo del mar sobre los ojos,
lo que nos dijimos,
el interior de las manzanas,
el aire con su rostro de pastelillos dulces,
el aire y su visión del mundo,
la seducción de lo extraño,
el trato amable de una sombra,
el definitivo silencio balbuceando mi nombre.

La espalda dando la espalda a un muerto,
la nobleza de la plata,
el lecho del cormorán sobre mi mano,

la desposesión del tiempo,

los pies amando el frío de las algas,

la desposesión del tiempo,

los objetos mudos, aquella nube,
las paredes blanqueadas,
la luz de sus antiguos dioses,
el primitivo telar retomando las horas,
las horas sobre la mesa,
las horas, para las manos, nítidas,

las horas como playas extraviadas,

la desposesión del tiempo,

la memoria serena,

la desposesión de la memoria.

martes, septiembre 18, 2007




Asia a un lado, al otro Europa,
y allí en su frente Istambul.

Espronceda.


Mira,
esta mañana de sol medio dormido,
donde la luz te busca,
donde la luz abre la niebla y navega
en el intenso azul de hojas dulces.

Mira,
doblo el silencio y reconozco los rostros,
y temo amarte en este frágil instante,
temo que se rompa este mar que emerge de los siglos,
este orden natural, este esmalte ensortijado.

De nuevo, la tierra se mueve lentamente,
en su silencio, las sillas de mimbre, vacías.
reconstruyen una historia en su memoria.

Ella vive y ofrece su noche a otros párpados,
ella se borra el corazón con la estela que los barcos
van dejando sobre su frente. Ella,
adivina la creación y por un momento sonríe,
después apoya la cabeza en la luz y mira
a lo lejos.

Bajo las luces, oye el miedo, oye al amante,
oye el lamento, la oración plateada de los minaretes,
oye como se compra y se vende la esperanza.

Pero mira las aguas quietas, esbeltas,
y dibuja en ellas su vientre y recuerda,
al cerrar los ojos, a los que un día
tuvieron alma, mientras apura
el último sorbo de té
frente al Bósforo.


_Io, emerge de las profundidades, Io,
ha dejado sus horas en la sal del rostro que ama._

domingo, agosto 19, 2007

Sonata para piano Nr. 14 en do sostenido menor (Beethoven)





No existes, cuando la sala se llena de luna,
no existes ni existen los otros,
ni existe el movimiento,
ni el idioma y una quietud cobriza
se instala en la garganta.

Sólo un claro de luna inflama el aire,
en lo oscuro, en lo oscuro del paraíso,
tú, con los ojos cerrados, conmovidos,
y una lámina de amor en las pestañas.

Escuchas la hermosa sordera, el oro
del que sufre en su silencio, la nota
grave que busca en tu profundo pecho,
la sigilosa sombra transparente
de una lágrima.

No existes,
cuando, devotamente, el blanco vuelo del alma,
deja el negro ataúd y asciende al labio,
y abres una mano en la quietud efímera
para atrapar el áureo bemol,
el abandono apacible de un instante.

sábado, julio 21, 2007

El Puente del Diablo de San Gotardo (Turner)





Abridme la muerte, si es que se apagan
las luces de este otoño antiguo.
Si cansada, no llego a ser el ojo
que ladra ante la puerta del infierno.
Si se me llena el alma de calderilla
y no puedo comprar más que finales,
que apenas sobreviven al negro silencio
que existe más allá de los abismos.

Abridme la muerte, si es que no puedo,
noblemente decirle adiós a la vida.
Si es que el ocaso, como una mancha impura
bajo las sábanas de un orfelinato,
se reproduce entre mis vertebras.
Si debajo de mi lengua, sólo siento
que los besos que he dado, que el amor,
es como un aguijón de avispa.

Abridme el alma y la muerte,
si es que, algún día, no huyo de los rostros
que amanecen devorados por el acero del odio.

Abridme en dos y cortar el puente
y exponed mis vísceras al sol,
desecad mi piel, si es que, de repente,
no se congela el corazón, cuando los buitres,
rezan entre los huesos del hambre,
cuando el más miserable y pobre de los hombres,
no suba hasta mis ojos y los llene
de navajas líquidas.

Cuando no sienta el temblor de la sangre
y escriba con los pies enterrados
en la tierra de los dioses.
Cuando bendiga el exterminio de las aguas
y no aparezca en mis manos la sed de los lirios.

Abridme el calor y la luz y expulsadme
de la carne que aún me quede
entre el violáceo centro de mi muerte.

domingo, julio 01, 2007

Guerrit dou ( Escola Nocturna)




Miradla. Y sentid como en la sombra,
recorre la luz y bebe y derriba las copas
que contienen su espíritu.

Miradla. Y que ella os muestre el arpón
de su vasta soledad de niña sobre su lomo,
mientras en los espejos, una anciana
recuesta su muerte y la viste de memoria.

Sabe todo del sueño, de la vida.
Sabe y gobierna sus manos que son antiguas
y las murallas heladas que circundan su pecho.
Sabe y es más noble por saber y entregarse
a la vida sin rendir su corazón a la locura.

A veces, recuerda la lucidez y milagrosamente,
se aventura por las calles y atraviesa los gritos
y cubierta de polvo desea volver a ver ponerse el sol,
desea cambiar su piel por un poco de pan blanco
que alimente su alma, desea desenterrar a los caballos,
o levantar los visillos y quedarse ciega de luz, de luz
y grandeza.

A veces, sentada sobre la vela, a punto de convertirse
en fuego, toma una piedra y la envuelve en sedas
y cubre los pies con láminas de níquel, de algas,
de imperdibles ardiendo, de exvotos que ya han tocado
la cintura de los muertos.

Y pasa sin norte y sin sur, amontonada
en las brújulas que yacen en el fondo del mar,
Y se abrocha el cuello con las lámparas devotas,
y se entrega al sacro resplandor de las bóvedas.

Quizá nunca sus pasos contemplen la rosada garganta de Petra,
quizá no vuelque sus ojos en la linfa de Taormina,
ni estalle a la leve sombra de los arcos de la Piazza.

Pero miradla, ella es la oración a la medianoche,
en los labios de los monjes negros de Durham,

La pasión derramada en la copa de vino.

sábado, junio 23, 2007

Nebulosa La laguna.




Cuando me absuelvo, me sé.
Y en ese estado de cristal, me pertenezco,
y me persigo afilada entre sábanas
que disimulan su terror a respirar.

Entre la luz y la noche,
llego al infinito mundo de las manzanas
que comieron del infinito y busco
el reflejo inocente de la luz
en mi contorno.

Cuando me absuelvo, me sé,
ciertamente me sé pegada al suelo,
mientras sobre la espalda,
un ojo irreflexivo,
parpadea.

martes, junio 12, 2007

Y todo vuelve a repetirse.




Detrás de cada reja,
se oían los leves crujidos de los muebles,
la perfección de las cadenas,
la muerte que vive para morir,
fiel a su silencio,
entre las bocas abiertas y cansadas.

Los despintados ojos,
miraban con clemencia la humedad
y la penumbra.

Dos sombras, casi humanas,
maquillaban cuidadosamente de gris
la armadura obstinada en no ser
más que un espectro.

Y en la piel encanecida,
miles de alfileres desnudaban la carne
y todo volvía a repetirse...

las rejas,
los leves crujidos de los muebles,
la perfección de las cadenas,
la muerte que vive para morir,
fiel a su silencio.

martes, junio 05, 2007

El lago de los cisnes.




Ni una hoja en el puño cerrado,
ni un girasol en el templo,
ni una lágrima que inunde el aire.

Ni la dulcísima paz de la tierra,
Bajo la llama muda de un ángel caído.

Ni la inocencia de la nieve,
sobre las pupilas.

Sólo grandes cisnes resucitando,
en el inmáculado segundo
que precede a la noche.

martes, mayo 22, 2007

El greco. (La dama del armiño).




Como las lilas,

como las lilas,

que intuyen el final del mar,
la impaciencia del ángel
por brotar del árbol.

Como las lilas,

y el viento en el armiño,
y el rostro, luz, carne, lazo
de luz que reluce un instante,
desde los hombros hasta el centro
de la hoja.

Como las lilas pequeñas
que asaltan la desnudez y brotan
sobre la siembra de la mano.

Como las lilas milagrosas,
que levantan sobre el muro
el gesto vivo, los ojos,
el olvido en la quietud
misteriosa y completa
de una sombra sin su dueño.

domingo, mayo 20, 2007

De regreso al ayer




De regreso al ayer,
bebo el vino amargo de los conventos,
vigilo los lugares que creí abandonados,
me instalo en esa lluvia menuda
que nos viste de negro.

De regreso al ayer,
recorro como un viejo la existencia,
llego hasta el final de los instantes,
sin haber pintado apenas las ventanas.

Me levanto temprano y debo ser,
un árbol sin cimientos.

Sé que hablo de la luz y hasta ahora,
no he manchado la voz,
y el alma,
es el único animal que mira y ríe.

Ahora mi voz no es la voz que yo conozco,
es un espejo dilatado en mi cuerpo

Tantas veces me levanto del suelo,

tantas...

Y luego, después de saludar a los pájaros,
la loca de la vida viene a recordarme,
que todo está lleno de muerte.

Y sé que es Abril y que mis sábanas
están limpias y que el heno,
tiene la misma forma de mis hojos,
y que los vuestros ya no lloran,
ya no preguntan,
sóo se embarran en un silencio extraño.

Ahora,
que el enemigo está en cada rosa
que abre el viento,
y la pluma se me hace difícil
ante el mañana

ahora,
diré que un resto de piedras
es el precio de tanto sacrificio.

Delvaux




INACABADO.


No deseo esta muerte de caballo hueco,
prefiero la muerte súbita en la ventana,
respirando por última vez la noche leve.

La vida entre estos muros,
es una enfermedad que no se cura,
viene con una soga al cuello.
La libertad en estas calles,
es sólo una mentira
que empieza a doler en el costado.

Por muerte digo ausencia,
de todo lo que no puedo aplastar
contra la mano. Mi rebeldía,
no es más que una hoja
que deja escapar un bosque entero.
Silencio, angustia y un despojo
de carne consagrada a las tinieblas.

Como la hiel mi vientre se oscurece
y nada queda ya más que la cólera.

Y estos recuerdos y estos gritos,
y el eclipse del mar en las pestañas,
y ese día de silencio frente a nadie,
y este disfraz que ha nadie duele.

Hubiera querido llamarme tumba,
tumba de rosas negras y locura,
no desear amor, casa o triunfo,
ser una gota de nada en este infierno.

Pero ya se han consumido los espejos,
mi voz y mi cuerpo han madurado,
han comprendido esta existencia,
malvada y cruel que aún me florece,
que aún nos hace vivir bajo la piedra.

Sin concesiones,
se destruirá esta casa, se quedarán
en ella otros muertos,
sentados al calor de su esqueleto,
como antes nosotros nos sentamos.
Leprosos nacidos de unos pechos
mutilados, que no supieron respirar
su aire, que comieron del plato
de los miedos, que oscurecieron su piel
y hasta los huesos, _acaso un poso
de sombras en el lecho_, ardieron
en el silencio desarmado.

No cambirá la vida su costumbre,
de hacernos duplicados, raquíticos,
deformes, acorralados ante el miedo,
temblando al contemplarse
en sus harapos.

Se inventarán hijos nuevos,
en cada rincón, en cada hueco,
diminutos hijos, blandos,
en cada azul escalofrío de pequeños
pechos, y construirán otra horca,
otros silencios, y volverán
a tener hambre y rutina,
como antes nosotros la tuvimos,

Todo brota de nuevo, todo huele
a fruta podrida, a carne muerta.

Si me detengo en este punto,
no encenderé más lámparas deformes,
ni construiré en el aire más cometas.
Quiero sentarme y descansar
de esta gran lucha, adormecerme
poco a poco en las cornisas,
a la espera del hilo que se rompa,
una noche, un día de amnesia
en el cerebro, ir resbalando
en su pendiente, hasta caer,
tan suavemente, que ni las losas
del suelo se levanten.

Y no pido perdón ni tengo excusas,
si acaso para dos gorriones y una ola,
generosa y dulce que me dio su tiempo.

Aquí os dejo con la vida,
viola de difuntos,
escarlatina en la pálida piel de un perro,
viaje al fondo del abismo.

Aquí os dejo con la vida,
idiotamente reunida en vuestros cuellos.

martes, mayo 15, 2007

Satan (Blake)




Han caído las hojas blancas sobre el muro ciego.
Mi corazón ha envejecido.

Han caído las horas bajo el yugo de los pozos.
mi corazón es un puñado de fechas.

Pinto un círculo en el aire,
voy a tientas,
las húmedas nubes mancha la claridad.

El vuelo

el vuelo,
jubiloso, turbado, imprescindible,
delgada brizna en el sueño.

Voy a tientas y por ti huyo,
balanceando la vida y la muerte al mismo tiempo,
en el extremo de la palabra,
que no es más que un pájaro de jade,
con el cuello cortado.

Pinto un círculo en el agua,
y todos los peces vienen a visitarme,
abren sus ojos ovales,
ablandan mis pies, hacen pan con mis dedos,
hacen de mí su alimento.

Voy a tientas y huyo por ti
que caminas con un solo ojo
que eres huerto desposado
noche al mediodía.

Pinto un círculo en la tierra...

En vano busco la humana yema,
el agua que borre la pisada,
la sed y su cosecha.

miércoles, mayo 02, 2007

Olbinski




Es horrible ser dos inútilmente.

Antonio Gamoneda.

Estallará la muerte, pero estará viva
entre tu soledad y mi vacío.


A medida que el otoño se me acerca
con su luna menguante pegada a mi silencio
con los años destruidos y el viaje incierto
recorro bajo la lluvia escurridiza de Noviembre,
los secos matorrales, las ventanas huidizas,
el pulso de los pájaros,
sin dejar rastro alguno de mi paso.

Sobre la tarde,
sentada bajo el árbol de los viejos,
reuno las fuerzas necesarias, el tiempo,
para cruzar la línea divisoria
que separa la carne mortal del cielo,
el blanco ojo de las horas que se anuncian.

Desde ahora,
con la voz justo en la espalda
y la respiración apenas contenida
caliento el humo de las noches
arqueo el beso y brevemente
disuelvo los esmaltes y las joyas.

martes, mayo 01, 2007

Vincent van gohg




Cuando el tiempo pase
con su caudal de tiempo
y la memoria sea
un agua inmóvil.

Cuando tus pasos
ya no contengan más eco
que el de las hojas de otoño
puras y extrañas
elevandose en el aire
y en tu brillante forma
se iluminen las ánimas.

Cuando la vida no tenga pecho
y el ojo viva en la tumba
descubrirás mi nombre
bajo una cruz de piedra
entre los muros que cuida el ángel.

Cuerpo sin luz,
callado fuego nacido.

lunes, abril 30, 2007

Si pudiésemos elevar la luz
más allá de donde grávida
se estanca

si pudiésemos sentir
su leve gloria, apoyados
tan solo en el brazo menudo
de los bancos.

Seríamos espejos sin límites
deshaciendo el tiempo
que nos cruza.

sábado, marzo 03, 2007

...


Y si ahora la tierra temblase...
y nos quedase por descubrir toda la vida...

domingo, febrero 25, 2007

Los amantes (René Magritt)


    Continuemos...
    Hace frío en la plaza en esta tarde de Octubre,
    el viento ha dejado sin hojas las copas de los árboles.
      Imagina la memoria como una hierba inocente,
      una esfera de luz en el pie que se desliza en el agua.
      Imagina que la noche disecciona el lado del cerebro
      donde guardamos las bestias que una vez nos vencieron
          Hace frío en la plaza y huye la lógica y la voz,
        la más honda voz que se ahoga en lo incierto.
        Hace frío en estas calles de plástico
        y el vaho de los largos reptiles sube cerrando los ojos
          de los blancos mendigos.

        sábado, febrero 24, 2007

        La escuela de la tarde ( Gerrit Dou)




        Hoy quiero dar las gracias por todo lo aprendido.
        He aprendido que una mano en el hombro no es más que un gesto.
        Que no hay espacio más carnicero que aquel que destruyeel blanco pañuelo de una niña.

        Que una mujer puede ser durante mucho tiempo la loca de la casa,
        la razón del gesto y que puede llorar durante muchos años,
        ingenuamente,el plomizo tamaño de unas manos y seguir esperando
        durante otros tantos años a que esas manos se hagan tibias, fieles
        y dejen de alimentar la angustia,
        la falsedad, el cansancio.

        Pero hay manos tuberculosas que nunca curan.

        He aprendido de todos los que una vez santificaron mi cansancio,
        poniendo el dudoso lastre de su propio teatro a mi disposición
        y que vertieron con arrogante indiferencia
        su universo de palabras altivas sobre las esquinas
        de mis horas.

        He aprendido que beber de manantiales prohibidos puede llevarte a ser
        una mujer marcada y es indiferente que haya sido por justa venganza,
        o por que el espejo te condujo a casas con ventanas azules
        o por que el silencio y el tiempo miró tu piel
        y en el frío eterno de la noche, quisiste saber
        si aún tu cintura y tu alma existían.

        Y me fue concedido el placer de gozar de otros ojos, de otras manos,
        como una recién nacida que llora grave su alimento diario
        y por ello, fui lapidada por hombres con idiomas distintos al mío.

        He aprendido que no hay suficiente universo para esconder la memoria.
        Que es mejor morir en una celda que vivir gobernada por las máscaras.

        Que las palabras pueden asesinar la risa.
        Que los espíritus nobles tienen la cara cubierta
        con un velo de muerte.

        He aprendido del domador de palabras que cree vencer a la montaña
        y que sólo puede mancharla con su tinta y no comprende
        que no hay forma de quitarse de las ropas este horrible olor
        a matadero.

        Y sin embargo, entre tanta resistencia y a pesar de todos, aún soy capaz
        de abrir los ojos e iluminarlos al divisar la entrada lenta y fabulosa
        de un tren de cercanías, haya en el extrarradio.

        Y aún y hasta no sé qué tiempo y sin vosotros, soy capaz de llorar
        sin descanso y sin vergüenza por mi vida y por las vuestras.
        Por la visión descarnada de un niño muerto sobre una dura tabla de acero.
        Por el violáceo amanecer de todos los días.

        O por el miedo a volverme ciega.

        miércoles, febrero 21, 2007


        En la noche, desentarrando sombras,
        turbias en el agua, rubias en los pies,
        he regresado a ese lugar hermoso
        al que nunca he de volver.
        En la noche, he vuelto a cerrar el libro,
        apurado el licor, trazado el último
        dibujo, guardado la última semilla,
        en una pequeña cajita de cedro.
        Y he tirado la llave,
        al cristalino fondo
        del lago donde anida
        la media luna,
        o el tiempo que envejece junto a mí.

        viernes, febrero 16, 2007

        Jacek Yerka













          Hace tiempo que desnuda...


          desnuda y con las preguntas por debajo de la Roca...

          Junto a las escaleras,trato de separar la huella del nido
          de la hondura de los pájaros.


          Nos esperan las criaturas de nadie, las cenizas de todos,
          el manantial de los propósitos,
          el significado de una mancha verdosa
          en el fondo de la lengua
          pidiéndonos un rostro.

          Nos piden la palabra,
          acunados entre un muro de cristal
          y el suave descenso del tiempo entre los pastos.

          En fila, como minúsculas hormigas uniformadas,
          acercamos la sal a la piel, la piedra a la pobreza,
          para no vernos sumergidos en el pulso,
          en su costumbre de calor de carne en éxtasis.

          Nos han dejado a oscuras nada más nacer,
          nos han dejado en el error de ser el milagro de la vida,
          en el ostentoso triángulo de las cimas,
          en el rejuvenecimiento del futuro
          y en las manos el olor a dioses muertos
          confundidos con la tierra.

          ¿En qué ilusión nos condenan?

          Puede con nosotros este bullicio de oro
          que oprime los cartílagos y vacía
          las cuencas de los ojos.

          Puede la tumba que nos llora su cordillera de huesos,
          el licor amargo abrigando los labios.

          Nos llevan por la luz de las certezas
          y toda nuestra piel se volverá cemento
          y ya no habrá forma de volver a desclavar
          las antiguas raíces de la madera.

          Ahora es negro vuestro óvalo bajo mi blusa.


        Gracias a Marce a Maria y dos veces gracias a Inma.

        sábado, febrero 10, 2007

        Paul Delvaux


        Fósforo a fósforo en la oscuridad,
        lágrima a lágrima en la polvareda.
        Cesar Vallejo.
        VII
        Un movimiento brusco.
        Se abre la espalda.
        El tren,
        reptil dificultoso y prudente
        acomoda su corazón a mío
        como un niño camino del sueño.
        Una lámina diminuta y geométrica astilla el aire.
        Flota el humo en el papel escrito,
        abandonado de manera absurda en la mesilla de noche.

        Llora su frente viscosa en mitad de un duelo
        de sílabas almidonadas.
        Si abro la ventana aún podría despertarme las garras
        y los zarpazos de tu mirada aún podrían poner distancia
        entre el viento y los despojos de esta noche de piedra.
        Así que dejo que el viento se adueñe del limo que infecta mis párpados
        y me quedo junto al derroche de la luz y su melena envanecida,
        elevándose en la estrechez del vagón.
        Ofrendo esta partida a las flores derrochadas.
        A la oculta corteza de los árboles,
        un día regados con sangre esclava.
        A las estatuas que nunca amaron, cinceladas a golpe de odio.
        A los mártires del dolor,
        profundamente ahogados en el verdín viscoso de las fuentes.
        A los hombres de palabra ligera y cuerpos inmortales.
        Todo queda en esta tierra,
        todo
        menos los mirlos que habitan en mí,
        y las manos
        soltando lastre antes de que los escalones se rompan
        definitivamente
        como vidrio frágil.
        Habéis perdido.
        Es menester acomodarse para este largo trayecto,
        repitiendo una y otra vez,
        los relojes tal vez han descansado y yo por fin
        advierta en esta noche
        que el calvario está en el fondo de una gran tinaja oscura.
        Voy hacia la luz,
        lentamente.
        Beso el blanco deslumbramiento de la luna.
        Un silbido rojo afila los dientes de este tren
        sin voluntad propia.
        La noche tiembla en las traviesas.
        Los últimos vagones se entregan a los túneles.
        Vacilan.
        Callan.
        Mueren.

        sábado, febrero 03, 2007

        Nocturno con gatos (Paul Delvaux)


        Creo tener alas, pero ellas no se ven.
        Nichita Stanescu.
        VI
        No hay violetas más sucias que aquellas que nacen abrazadas
        a la muerte y como alondras vestidas de falsos vientos
        mueren a lo lejos aprisionadas en el estupor de una luz
        agónica y sucia pegada a la espalda.
        Ha llegado el momento.
        La cantina nos cede su azul deshecho.
        Nos venga de la oscuridad.
        Un reino de triángulos lunares juega sobre las pequeñas cosas
        almacenadas en el punto más alto de los arcos.
        A qué salir de ellos.
        A qué mirar la semilla sobre el surco que han dejado las hojas
        en su atroz caída.
        Estaremos perdiendo acaso en sentimientos. Estaremos
        ganando espacios. Eliminando la voz mil veces sacrificada.
        La oración de la campana recorre inalterable el orden establecido.
        Sin emoción nada se distingue.
        El más lejano de los muertos reaparece y nos contempla sin apenas
        traicionar la lengua.
        El discurso del tren flota como un círculo encerrado en lava.
        mientras me abrocho uno a uno todos los silencios.
        Es Octubre.
        Los pesados mecanismos resuenan bajo una lluvia ligera
        y su empeño en arañarlo todo,
        va más lejos que nosotros.
        Un pie en el estribo no concederá más tiempo del que nos otorga
        una llave colgada del cuello
        y sin embargo se adelantan,
        sin que el otro pie lo acompañe.
        _ Fueron siempre los pies como hermanos enfermos
        cada cual sobrevive a su manera_
        Subo los peldaños lentamente como subo a la vida desdentada.
        El frío se ha instalado en la cintura
        el cansancio en el hueso.
        Recojo el corazón lleno de cirios,
        eyaculando visagras con memoria de invierno.
        Subo y cuento los minutos que llenan mi boca.

        La vida sabe a verguenza y a fracaso.

        domingo, enero 28, 2007

        Paul Delvaux


        Todos mis sueños han corrido como el agua.
        Edith Sodergran.
        V
        Que el tiempo nos ama y ama también el recuerdo
        y hasta muerde la desnudez del rayo cuando perfora la piel
        y son negros los padres de todos los que glorifican la muerte
        de los que duermen encastrados en las ocultas bóvedas futuras.
        Que el sol es un derecho y también el orgullo de verlo con su crespón satánico
        lamiendo el más puro silencio.
        Que la tierra es un inmenso leño donde se devanan madejas de incertidumbre,
        mundos sin horizonte, tan viejos como las viejas plañideras,
        acostumbradas a la carroña.
        Yo veo las luces que cortan el lomo de las horas
        y el peligroso hastío del amor
        acurrucado como un gato en las rodillas.
        Todo ello evoco en los minutos previos al beso prohibido.
        Esclavizada en esta dolorosa conquista de libertad
        arrancada a golpe de sangre.
        Es otoño y es la frente alborotando el sobrio duelo de las hojas.
        Menudas.
        Desesperadas.
        Giratorias.
        Así que preparad un bosque para matar mi cuello. Un sollozo de moscas
        para exhalar futuro. Un rincón donde amontonar los huesos.
        Un verdugo que no vacile al levantar su brazo y un viaje
        hacia las fuentes de la infancia.
        Preparad las máquinas. Dejad que chorreen humo,
        con el mismo orgullo con el que yo ahora
        desclavo el llanto.
        Miro el ojo de una paloma a través de una página muerta.
        Escucho el silencio de la horca.
        Las manos se han vuelto infinitas vías al encuentro de la noche.
        La madrugada es una ciénaga cortando las cabezas de los locos.
        Y la noche
        es una jaula infatigable llena de harapos y los pies
        una cruz de sangre sobre los talones de los charcos.
        Hoy todas las escaleras corren desesperadamente hacia las sienes,
        con la promiscuidad de quien grita crímenes a las puertas de una cárcel.
        La vieja maleta entre las piernas ríe su vacío de horas,
        presta su ombligo plateado al cansancio de los muslos
        y la espera y la huida se hacen juramentos interminables.
        Puede que al pasar la muerte la despedida sea de cobre y nos nos vea
        y no nos vea...
        Tendremos que ajustar nuestros horarios.

        sábado, enero 20, 2007

        Leda (Paul Delvaux)



        No será el miedo a la locura lo que nos obligue
        a bajar las banderas de la imaginación.

        André Bretón.


        IV


        Cuantas veces se puede pensar en el vuelo de los cisnes al cabo de una vida
        sin sentirnos libres, sin conocer el dolor y su escolta de aguas cenicientas
        sobrenadando en el cuerpo.

        El peso de la mente nos limita y cuanto hay de luz en ella,
        desaparece ante el primer fósforo de nostalgia temblando en los sentidos.

        La ligereza de la sangre sobre la cabecera de la cama,
        dilata la sensación de oscuridad.

        Estoy pensando edades retorcidas en un mundo de grandes fiebres.
        Estoy detrás de la carne que aún perdura en los finados párpados.

        Estoy como la espuma de cabellos blancos,
        deslizándose por este mar confuso,
        lleno de abrojos,
        evocando guerras y palabras grisáceas sorprendentemente largas
        bajo los lagos hinchados de monedas.

        A lo lejos,
        se anuncian los ojos de los trenes,
        silban su enorme rostro.

        Una espesa cabeza irrumpe entre chirridos de angustia.

        Los vagones chocan unos contra otros,
        han decidido matar al tiempo, seguir vivos,
        mientras las fachadas comen su abandono, su fiesta de sombras.

        Dejo que el cielo camine despacio sobre mi espalda.

        Por las manos se escapa el humo elegante y lento del tabaco,
        también algún resto ciliar de un cementerio marino.

        Con el tacto transparente,
        construyo adormideras de hojas para que adelanten mi viaje.

        Mas vino helado para la memoria.

        Mas banderas para los ojos de los muertos.

        Tengo cicatrices de un solo color y sin embargo sostengo el lápiz
        y escribo firme sobre el lomo de este anochecer.

        Estoy aquí,
        dominando el miedo, la rabia, el desconsuelo,
        la nostalgia, la negrura helada de las horas.

        Mordisqueando el centro inevitable de la fuga

        domingo, enero 14, 2007

        Mujer en su cueva (Paul Delvaux)


        En el esfuerzo de nacer está el final,
        en la rabia de crecer se continua.

        José Saramago.


        III


        Incansablemente visitaré hermosos templos de palabras litúrgicas y en la sombra izquierda,
        la cansada envergadura de los plomos, abrirá a la nieve su festín de loco.

        Hoy tocan los relojes su extensa marcha fúnebre.

        El duelo discurre entre las vestiduras de los sacerdotes
        y el blanco blasfemo de las lámparas caídas.

        No espero nada y lo espero todo.

        El viaje ha comenzado ya y arranca ocultas fuerzas a los pies atónitos.

        Alguien desde el otro lado me dijo;

        tira todas las flores de plástico que tengas almacenadas
        y arde...

        Arde en el ojo circular de las sombras.
        En los trenes últimos,
        aquellos que pasan cada siglo de puntillas sobre los hierros agudos y sus esquejes de dicha
        y saben del concierto en la madera y del ritmo húmedo de los árboles.

        Puede que hoy en la burbuja que retorna del pecho,
        el humo se disipe y las palabras dejen de serlo
        para volver a ser placer en los oídos.

        Reparto mis alas entre los que ya aman mi tumba.

        En ella encontraréis piedras y una nube perforando el núcleo de las borrascas
        y molinos de estrellas limpiando la espuma de de mi última vida,
        al menos hasta que inocentes astros bajen para purgar en liquen prostituido
        por la sal y la escarcha.

        Y entonces,
        como un ciervo asustado por el diluvio criminal,
        cubriré los ojos de mirra,
        escoltada por el denso olor del pan cuando sofocado
        nos lubrica el alma.

        Se impone un silencio metálico.

        Se impone el dolor para trazar firmemente la última letra
        sobre la encendida turba de las pesadillas.

        Crecerán los espejos maternos,
        también el luto de este lecho.

        domingo, enero 07, 2007

        Paul Delvaux


        La resistencia se organiza en todas las mentes puras.

        Tristan Tzara.



        II


        En los ángulos de piedra las órbitas silbantes no han nacido aún,
        yacen en el sillar del sol.
        con las luces sagradas ovillando el interior del cielo.

        En la estación,
        los caminos de hierro duermen en su estela penitente.

        Las manos talladas de hijos, de plumas rígidas,
        de aceras esqueléticas,
        se elevan en un gas tardío que emana a través del tiempo
        y sus mejillas cubren la memoria.

        Porque ya sin apenas voz, el tiempo,
        sigue enguantando los himnos y la emoción anciana ya no canta
        en los océanos que ahora han quedado en su viudez de niña prematura.

        Miro hacia las puertas del mar
        y el mar,
        es un caracol negro estirando su cuerpo bajo las cerraduras de los puentes.

        Miro el instante de calma que surge de la espuma de las farolas.

        Un silencio casi artesanal se aloja en la penumbra de la sala.

        En su penumbra se cobijan los que ya no existen,
        me lloran y cubren de voces nuevas,
        rellenan cada hueco de mi cuerpo de espejos trágicos,
        de torturas abiertas que ejecutan mis ojos
        y los hacen más negros y más tinta.

        No puedo deshacerme en ellos...

        Los sonidos llegan cabalgando en una sola gota de plata líquida.

        El mundo dialoga con mis manos,
        enciende las velas que me obligan a ser plegaria a las puertas
        de este templo que habita por debajo de mis aguas.

        Murmuran su litúrgica mansedumbre los farolillos rojos.

        No puedo volver a las estatuas,
        no puedo helarme en su frío de noche al descampado.

        La oscuridad me salva de los ojos.

        Estoy preparada...

        Yo no sé, pero es dulcísima esta espera y amargo el telón que desciende
        hacia la piel bordada de anillos ancestrales.

        Dadme un solo instante para entrar en la severa penumbra
        dadme un solo instante para empolvar mi cerebro
        en donde minúsculos pájaros se descuelgan, elegantes y verdes.

        Detrás de sus menudos picos duermen extraños laberintos de lana.

        Yo deshojare sus plumas enmohecidas

        hoy

        que mis dedos forman velas de hollín.

        Yo lavaré sus horas clavadas como mariposas en el azul de los puñales,
        destilando montones de harapos en la sumisa luz
        que desciende de las fuentes.



        Agua de luna
        sobre la copa de los árboles
        guíame
        hacia el vaporoso silencio
        comulgado.

        Al fragmento único
        de los minutos
        extraídos
        de este cielo líquido
        expulsado de las llamas.

        jueves, enero 04, 2007

        El esqueleto y su concha (Paul Delvaux)


        ¡Reloj! Dios siniestro, horroroso, impasible...

        Charles Baudelaire.


        I


        Noche. Caballos vivos.

        Así me he despertado
        como fibra de luz en un país de agua
        lanzando hacia la inmensidad raíces como grullas suicidas,
        memorias que estallan hacia fuera.

        Así,
        con la noche puesta aún sobre los miembros verticales,
        a la espera del grito que se adelante a la piel
        diluida en el polvo de la noche.

        Sin apenas fortaleza abandono esta casa de vientre yerto,
        con el sonido de los grandes robles rebosando a la entrada de la boca,
        con el tiempo en la yema de los dedos a punto de escaparse,
        extendiendo el dolor embotado en los muros.

        En este proceso blanco de cerrar la puerta,
        ya no siento el ronco trillar de los sueños,

        sólo

        la matriz del silencio que como una esponja,
        me absorbe hacia un hambriento destino.

        Un diluvio de látigos y huesos se acerca a la corriente
        masticada de las calles.

        Me dispongo a devorarme...

        esta casa ya no es mi aliada,
        mi manera de amar se confunde con la desesperación de un mal trago de vino
        que afila el deseo de amplitud, que busca el atajo,
        que pudre el silencio y sustrae de la tierra su duelo de nombres.

        Los perros bajo la tierra tienen grabada en la piel un reloj insolente.

        Frente a la noche,
        los más nobles propósitos se hacen enanos deformes.

        Cesa el aire,
        lo que queda es un salario de pobres, de viejos forcejeando contra la muerte.

        El enemigo resbala, yace en el suelo, besa mi frente, ahoga mi grito,
        evita mis ojos, evita la nieve.

        Un exvoto en lo más alto del muro, mañana,

        Ahora,
        La forma de un labio depredador se anuncian en el alero del altavoz,
        convirtiendo en gelatina la nieve musculosa.

        Por el aire,
        una gran bola de cartón espera el paso de mis pasos,
        ciegos,
        eclipsados,
        como un libro de estrofas gastadas en el lenguaje de las mesas.

        Soy más niña pero más vieja entre los edificios de los cuervos.

        Soy el cáliz que un día bebió la voluntad para que nunca
        me abandonasen los pulmones.

        Yo guardo en ellos el caoba del último grito y el honor de la copa vacía,
        abandonada como un cuento de niños en la guarida de la lengua.

        Este lugar se precipita hacia el olvido.

        La vida que amé evapora sus pieles
        en secaderos de sal a merced del viento.

        El sueño y mi cuerpo se acostumbran al destierro.

        He modelado un río entre las hojas tempranas de la sed.

        Un espasmo recorre esta largueza apoyada en el bastón crepuscular,
        en él, los minutos arquitectos de la muerte,
        devoran el espacio donde se hunden mis pechos.

        ¿Cuándo llegará la luz que nace perfumada?

        Nada sabe el tiempo

        sólo

        ordenar el equipaje,
        lamer el borde del ayer
        nutrido por la quietud del barro.

        lunes, enero 01, 2007



        Entre las aguas del Palacio da Pena,
        una palabra, el aire, un signo,
        una silueta ajena a la tierra,
        el purgatorio de los cisnes ligeros,
        una mujer de espaldas y a oscuras
        en su caja de resonancia.